El Comandante Pepe, del Movimiento de Izquierda Revolucionario
chileno, tenía claro el espíritu del congreso marxista de 1967 cuando dijo que
debían “morir un millón de chilenos para que el pueblo se compenetre de la
revolución y esta se convierta en realidad” y construir de esta manera mil
gulags, entre otros tópicos de la agenda refulgente. Otros suponen que esta era
una cifra moderada. El dictador Augusto Pinochet asesinó a tres mil
compatriotas. Pepe era visionario, objetivo y analítico. Según el luminoso
congreso del Partido Socialista la vía armada era legítima e ineludible y la
única ruta potente y eficaz para alcanzar el edén soñado, la cubanización a la
chilena. Lo demás era demagogia burguesa, socialdemocracia, charlatanería
estéril. La matanza de enemigos que los socialistas coherentes anhelaban en sus
consignas, cantos y marchas marxistas se llevó a cabo pero al revés, ya que los
generales golpistas se les adelantaron con viveza criolla ese 11 de septiembre
de 1973. Los que querían asesinar a miles de chilenos siguiendo al apóstol
Fidel Castro y con una boina del Che terminaron siendo ultimados, perseguidos y
víctimas beatificadas. Calcularon mal, y un revolucionario ingenuo o timorato
es un difunto. Pretendían a través de la agudización de los conflictos crear un
escenario propicio para el enfrentamiento definitivo entre las fuerzas
revolucionarias y las retardatarias. La elección democrática de Salvador Allende
sólo fue un avance táctico, dentro de un breviario más profundo y transformador,
de verde olivo. Casi ningún allendista o revolucionario fue a defender al
Presidente Salvador Allende en su hora más difícil y todas las bocas exaltadas
y arrebatos infinitos se enmudecieron en menos de veinticuatro horas y los que
pelearon en contra de los golpistas fueron tan pocos que caben en una micro. Es
como si les hubiese entrado el miedo repentinamente. Todos huyeron o se
escondieron, con las consignas y dogmas contestatarios ya en la letrina. Lo que
corresponde ahora, como el esposo infiel, es negarlo todo con templanza: el
baño de sangre anunciado, la vía armada como camino al cielo, las homilías
incendiarias, el atropello a todos los derechos existentes, el Holodomor, el
sanguinario y monstruoso congreso marxista de Chillán, las adulaciones poéticas
a Stalin, etc. Si recibiste preparación paramilitar, olvídalo; si te regalaron
una pistola o bultos cubanos, olvídalo; si deseabas con fervor la muerte del
prójimo, olvídalo; si permitiste el ingreso de guerrilleros extranjeros del más
alto nivel como asesores, olvídalo. En la actual atmósfera hay que creer
firmemente en el sufragio burgués, en el capitalismo victorioso, condenando con
los ojos carmesíes todo acto de violencia, con las vestiduras rasgadas y un
tejado de vidrio embozado. El sádico Comandante Pepe, que nunca fue excomulgado
por la izquierda, era un líder casi espiritual en esa época, un paradigma, y
tenía los números nítidos, cual clarividente, y hoy, todo socialista o
allendista bien nacido, lo lleva en el corazón, con ardor y disimulo. Prefieren
poner una fotografía del Che en la camioneta que una del desbaratado
guerrillero criollo. Pepe falleció en su ley, de acuerdo a su doctrina y
convicciones, como otros. El presidente Allende veía a la URSS como a “nuestra
hermana mayor” y el devoto y mesiánico Comandante Pepe era visto como un
“tambor mayor”, una brújula, con discípulos leales como la brigada Ramona Parra.
Algunos, por disímiles motivaciones, ya no quieren hablar de él, de sus
inflamadas opiniones, de los comandantes. Es como si hoy les desagradara. Expresiones
míticas, descriptivas, proféticas, aglutinadoras, sublimes, catequistas y
legendarias como “los momios al paredón y las momias al colchón” y otras
revelaciones de fe similares son nostalgias que nunca se irán del ser que es puro,
consecuente. Otros, más avisados, ven con malos ojos que hoy el yerno de
Augusto Pinochet esté financiando a socialistas. Los izquierdistas más
visionarios son lobistas, empresarios, asesores y súbditos del faraón,
negociadores oscuros y predicadores de la justicia social. No se ve muy bien
que el pinochetismo económico tenga en el bolsillo al quehacer político a
través del vil dinero. Una suma de dinero potente podría ser capaz de trastocar
los valores más profundos de un socialista.



Del blog índice LAS
SOTANAS DE SATÁN