El presidente Santos y los narcoterroristas de las FARC han firmado un
espurio acuerdo de paz. Los asesinos y secuestradores que violaron todos los
derechos humanos existentes se sientan a la mesa de diálogo en igualdad de
condiciones, con absoluta impunidad. El narcoestado de Venezuela está feliz y
le da la bienvenida a su nuevo hermano. El hábil dictador y criminal Raúl
Castro es quien supervisa la fechoría y es quien convenció hace mucho tiempo a
las FARC que la mejor forma de adueñarse de Colombia es manipulando la
democracia, por medio de la demagogia y el populismo, como lo hizo el gurú Chávez
desde Caracas. Ya tienen asegurados algunos escaños en el Parlamento sin
importar la votación, el número de votos. La diablura está bien planificada,
desde La Habana. El narcotráfico lo financiará todo, lo corromperá todo. Pactar
con mafiosos de vocación bañados en sangre es de una inocencia sublime. Cuba vigila
que estén todos alineados. Seguir encerrados en el monte no genera ninguna
rentabilidad política, sólo balazos y huidas. El poder está en la capital. Los partidos
políticos son vasallos del dólar. Si logran poner a uno de los suyos o a algún
títere en la casa de gobierno pondrán a Colombia de rodillas. El modelo del
títere perfecto es el colombiano Nicolás Maduro, adiestrado en Cuba, por
supuesto. El diablo paga mal a quien bien le sirve. Cuba, Venezuela y Colombia
formarían una trinidad. El poder político de los narcotraficantes se eleva, con
la asesoría insoslayable de los manipuladores expertos cubanos. El secretismo
bancario es el protector oficial del crimen a gran escala. La mesa está
servida, con agua bendita. Se visten de blanco para darle pureza a la debacle. El
que esté libre de pecado que arroje un gramo de cocaína al confesionario.
Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
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